La
evolución del hombre primitivo y la Prehistoria
Se
puede definir como la ciencia que estudia la evolución del hombre antes de la
historia, o bien, como la etapa de la evolución humana de la que no tenemos
documentos escritos.
No
obstante, el concepto tradicionalista que hemos expuesto, debemos de entender
la prehistoria como aquella parte de la historia que estudia la vida del
hombre, desde su aparición en la Tierra, hasta el momento que utiliza la
escritura.
Ha
sido frecuente considerar como independiente de la historia, ya que ésta, según
la idea tradicional, se ocupa del estudio de las sociedades, que han dejado
escritos, sus hechos más importantes, mientras que la prehistoria lo hace con
las sociedades que nos escribieron.
Sin
embargo, es conveniente precisar que si la historia es la ciencia que estudia
los hechos más importantes de las sociedades humanas pasadas, en su relación de
causa y efecto, así como en su mutua interdependencia en un proceso de
desarrollo dialéctico, resulta indiscutible que el estudio del hombre
primitivo, objeto central de la prehistoria, corresponde también la historia,
ya que prehistoria no es sino una parte de ella; precisamente la encargada del
estudio de las etapas primitivas del hombre o en otra forma, de las primeras
sociedades humanas.
De
acuerdo con las líneas anteriores, puede advertirse que, si la historia se
ocupa del estudio de la cultura humana o de los hechos más importante del
hombre, la vida de los primeros hombres y sus elaboraciones son objeto de
estudio de ella, porque el examen de todos los niveles primitivos y el de las
sociedad posteriores permiten a la historia la explicación del estado actual y
la prevención de los hechos del porvenir.
Como
ya se ha mencionado, la historia se inicia con la aparición del hombre y no con
el uso de la escritura, como se ha considerado hasta nuestros días.
Periodos
de la prehistoria
Una
gran cantidad de investigadores han intentado determinar las diferentes etapas
de la prehistoria; se han utilizado los más variados aspectos; así, Lartet
presentó una clasificación basada en la paleontología, donde señala cuatro
edades prehistóricas:
1.-
Edad del Oso de las cavernas.
2.-
Edad del Elefante y del Rinoceronte.
3.-
Edad del Reno.
4.-
Edad del Uro.
Como
es fácil suponer, esta clasificación fracasó por su falta de precisión y, más
que nada, por la poca importancia dada al hombre dentro de ella.
Otro
investigador, el museógrafo Mortillet, clasifica la prehistoria desde el punto
de vista arqueológico, y considera dos edades prehistóricas:
1.-
Edad de la piedra tallada.
2.-
Edad de la piedad pulimentada.
Expuestas
algunas de las más conocidas divisiones de la prehistoria, conviene presentar
la que hasta nuestros días resulta la más aceptada por los especialistas, y que
ha servido para el estudio de esta parte de la historia:
Prehistoria:
1.- Paleolítico (1.- Inferior y 2.- superior); 2.- Epipaleolítico o mesolítico;
3.- Neolítico, de 5000 a 2000 años a. e.c.; 4.- Eneolítico, se inicia la
metalurgia.
Protohistoria
1.-
Edad de Cobre.
2.-
Edad de Bronce, de 2000 a 1000 años a.e.c.
3.-
Edad de Hierro. A partir de 800 años a.e.c.
Paleolítico
Esta
etapa comprende el periodo más primitivo del hombre, desde el momento en que
aparece en el planeta hasta que aprende a manejar la agricultura, y domesticar
a los animales y ésta se convierte en actividades fundamentales; a partir de
entonces se transforma de nómada en sedentario.
Para
que ello sucediera hubo de pasar un largo periodo, el aprendizaje fue lento, y
en él, el hombre adquirió los elementos culturales que permitieron comprender los
mecanismos que operan en el medio ambiente; gracias a eso se pudo preparar el
escenario para el rápido desarrollo cultural del neolítico.
Los
hombres de esa época integraron hordas poco numerosas, las cuales vivían de la
caza, la pesca y la recolección de vegetales, su forma de vida era el comunismo
primitivo, caracterizado por la ausencia de la propiedad privada y nula
acumulación de riquezas; los bienes eran de todo y las actividades se
realizaban en forma colectiva.
Como
puede suponerse, los primeros pobladores en este periodo dependían de gran
manera de las fuerzas de la naturaleza, el hombre buscó los sitios que le
ofrecieron mayores facilidades de vida, por lo general valles fértiles y
terrazas de ríos y lagos, donde encontraba abundante caza, raíces y frutos, con
los que cubría sus necesidades primarias.
Para
alimentarse se sirvió de una gran variedad de animales; mamuts, rinocerontes,
uros, bisontes, jabalíes, ciervos, caballos salvajes, cabras monteses, entre
otros.
Para
poder cazar estos animales, el hombre primitivo desarrolló diversas técnicas:
preparó trampas en las veredas de los abrevaderos, el ojeo, la sorpresa, y ya en
la etapa final del paleolítico, el arco y la flecha; con ellos podía cazar a
distancia animales de rápida carrera.
Como
puede apreciarse en estas líneas anteriores, de capta que el hombre en la antigüedad
tuvo la necesidad de cultivar y fortalecer ciertas cualidades del pensamiento y
con ello nació la estrategia que le permitió cada día tener un mayor éxito en
sus actividades de caza y con esto de alguna forma aseguró el sustento de sus
familias y la sobrevivencia de la raza humana.
La
sociedad cazadora
En
aquella época, la vida de los cazadores se desarrolló gracias a la organización
familiar, donde la única autoridad eran las personas mayores, no fue necesaria
otra forma de vida, todos por igual disfrutaban de los mismos derechos y no se
reconocían privilegios ni se exigían prestaciones obligatorias.
Si
por necesidades del momento se requería de una jefatura del grupo, ésta era
solamente temporal y cesaba al terminarse la actividad; lo normal era que el
más diestro de los cazadores dirigiera la caza, pero su autoridad desaparecía
al término de la cacería.
Como
puede apreciarse en los párrafos anteriores el hombre de la antigüedad aprendió
a organizarse con la finalidad de compartir sus tareas y así de esta manera
aprovechar al máximo sus esfuerzos y limitaciones con esto logro garantizar sus
alimentos y los de otros grupos.
Poco
a poco fue aprendiendo de la experiencia propia y de la experiencia de los demás,
y con ello logro sujetar de alguna manera las adversidades que cada día imponía
el escenario en donde se desenvolvía con su familia y en la compañía de otros
grupos más.
La
cultura del paleolítico
Para
hacer más fácil su trabajo, el hombre del paleolítico fabricó una serie muy
amplia de armas, como hachas de mano, puntas de lanza y de flecha, utensilios
como raspadores, perforadores, buriles, navajas, anzuelos, arpones, entre otros
instrumentos en piedra de jaspe, calcedonia, cuarzo y granito. Asimismo, como
en madera, hueso, asta o marfil, con los que desarrolló una técnica que a su
vez permitió la elaboración de otros utensilios.
Lo
más probable es que haya conocido el fuego, conseguido por medio de flotadores,
y aunque desconoció la alfarería tuvo recipientes. Es probable, que haya usado
como tales los cráneos de los animales cazados, odres de cuero, conchas o que
los haya habilitado con madera hueca a manera de vasos.
Para
satisfacer sus necesidades empleó todos los elementos a su alcance: cazaba los
animales y aprovechaba la carne para alimentarse, la piel para protegerse de las
inclemencias del tiempo; los huesos para elaborar sus utensilios, y los
tendones, para hacer ligaduras.
En
los momentos en que no estaba cazando comenzó a observar su entorno
cuidadosamente y se dio cuenta de que se suceden un gran sinnúmero de fenómenos
tanto físicos, biológicos como químicos o bien meteorológicos, y fue así
entonces como se vio en la necesidad de explicarse los fenómenos propios de su
escenario natural.
Como
no tenía forma de enterarse de experiencias de otras personas o grupos determinados
ni hacía el registro histórico de las que había sufrido sus antepasados, esa
explicación tenía un carácter simplista.
Según
él todas las cosas tenían alma o espíritu responsable de que ocurrieran, por
ejemplo, la erupción de un volcán, el desbordamiento de un río o el daño
ocasionado por un rayo, todas eran decisiones del espíritu que animaba esos
fenómenos.
Quiso
dominar la magia y por medio de ella combatía las enfermedades y los fenómenos
naturales, intentaba provocar la reproducción de animales y su propia
procreación.
La
magia no requiere de dioses ni de templos donde adorarles, pero sí de fetiches,
amuletos, conjuros y hechizos, con los que se pretendía evitar calamidades,
eludir las tragedias, y por el contrario, conseguir beneficios personales o
para la comunidad.
El
hombre pensaba cada vez que tenía necesidad de cubrir sus necesidades básicas,
y así de esta manera, poco a poco sus procesos cognitivos fueron reforzándose y
su astucia fue un de las mejores armas que le permitió sobrevivir y anteponerse
ante las adversidades ocasionadas por la naturaleza.
No
obstante, tuvieron que pasar cientos de años, es decir, aproximadamente unos 30
mil años para que el hombre primitivo lograra establecerse en un sitio
determinado y con ello nació la agricultura y posteriormente la ganadería. Esta
decisión que tomó el hombre fue de vital importancia en virtud que con ello
nacen los primeros asentamientos humanos y posteriormente se constituyen en
pueblos y ciudades.